«Sé como Salomón para que tus demonios corten piedras para tu palacio.
Como Salomón, vacíate de pensamientos que tienten a hacer el mal
o engañar, para que genios y demonios obedezcan tu mandato»
Rumi. Mathnavi, IV
Jugar una partida de Quaternity solo contra los tres «bots» es un desafío y una práctica diaria interesante.
Ellos están programados para atacar a todos los oponentes, indiscriminadamente y de un modo que generalmente sorprende por lo ilógico y en cierto modo caótico. No «saben» (no fueron programados) para dar jaque mate, esta es la ventaja, pero si te descuidas pueden actuar de modo coordinado y capturar varias piezas tuyas en cualquier momento.
Después de varias partidas, es posible identificar un cierto patrón de comportamiento y así prevenirse de sus ataques combinados. Luego de un poco de práctica, es posible dar los tres jaques mates.
En este último juego que duró un largo rato, me propuse como tarea hacerme de cuantas reinas pudiera. A un cierto punto de la partida, me vino la idea de construir un cuadrado central usando las ocho reinas obtenidas por la promoción de peones y otras piezas que me quedaran. Esto no me fue difícil y solo al final percibí que algo inusual se estaba configurando en el tablero más allá de mi intención original. Solo después de haber hecho la captura de pantalla empecé a ver algo que resonó en mi memoria con una historia bíblica y coránica: la del Rey Salomón y la construcción del templo de Jerusalén, llamada por Rumi «la mezquita lejana» en su Mathnavi.
Para esta enorme tarea, Salomón se valió de la ayuda de «ángeles, demonios, genios y hombres» que se sometieron a su voluntad, gracias al poder otorgado por su anillo de poder.
Cuando empecé a jugar con los «bots» tuve la sensación de que estaba lidiando con traviesos demonios, «gremlins», criaturas malvadas que no conocen la compasión y se deleitan en importunar y destruir.
Me llevó unas cuantas partidas conocer sus mañas, sus trampas inesperadas. Como los hombres simios en la película «La flauta mágica» (también llamada «EL círculo de hierro»), con David Carradine, éstos aparentan tener poder, y bailan una danza hipnótica, pero en realidad están atemorizados ante la certeza del luchador de artes marciales quien simplemente los observa desde su centro de serenidad y finalmente se rinden a quien los desenmascara.
Es otra forma de referirse a la naturaleza irreal de los nafs que cumplen una función útil en el desarrollo de la conciencia unitaria.
Al finalizar el diseño del cuadrado central, tuve la sensación de que había tomado forma una especie de templo, al estilo de los mandalas indios, que en su forma tridimensional y visto de arriba podría ser una pirámide de Egipto o la Kaaba de La Meca, el Taj Mahal o la catedral de Chartres, todos íconos simbólicos del poder Divino en la tierra.
El rey rojo permanece durante toda la partida en su casillero A12, la A representando la primera letra, el origen, el Aleph. El número 12 es el número mayor del tablero y contiene a todos los números precedentes. También representa los doce signos zodiacales, la totalidad del Empíreo. Así tenemos al rey Salomón ocupando el lugar del principio y del fin, el alfa y el omega, el sitio de Poder central.
El rey negro (o representante de la oscuridad) queda despojado de su ejército, limitado en sus movimientos, hasta que finalmente se rinde, convirtiéndose sumisamente a la omnipotencia de la Unidad. Su posición inicial fue L12; al perder la batalla queda desplazado fuera de su lugar original, queda desterrado y despojado de su investidura real. Este casillero ya no le es inaccesible ya que una reina lo está protegiendo en la diagonal.
Por último, vemos que también quedan en el tablero dos peones enfrentados en las casillas K6 y K7. Estos podrían ser los representantes iniciales de ambas fuerzas polarizadas que, al quedar enfrentados, se desactivan y al mismo tiempo se armonizan.
La paz y la bienaventuranza se manifiestan en la tierra (representada por el tablero) y la armonía se restablece.
Si nos fijamos bien, focalizando el cuadrante ocupado por las piezas rojas, podemos ver que en el tablero existen otros 8 cuadrantes iguales que lo circundan. El 9 se sitúa en el centro, como en un cuadrado mágico.
El cuadrante central, ocupado por las piezas rojas, está representado por las letras E F G H y los números 5 6 7 8.
Las combinaciones de éstos serían entonces:
E5 E6 E7 E8
F5 F6 F7 F8
G5 G6 G7 G8
H5 H6 H 7 H8
Dentro de este cuadrado hay un cuadrado menor representado por:
F6 F7
G6 G7
La suma de los cuatro números nos da 26 = 8
8 es el número del Trono Divino, representado por el verso coránico ‘Ayat al-Kursi’ o Verso del Trono.
J. Romano
20.7.2021
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