top of page
Javier Romano

Buceando en el Océano de la Percepción (Aprendiendo a Nadar)


«En lo profundo del mar hay riquezas incomparables.

Pero si buscas seguridad, está en la orilla».

 

Saadi. El Jardín de las Rosas


Tumba del Nadador. Paestum


«Nasrudin, que transportaba a un pedante por aguas turbulentas, le refirió algo gramaticalmente incorrecto.

«¿Nunca has estudiado gramática?», preguntó el erudito.

«No».

«Entonces has perdido la mitad de tu vida».

Unos minutos después, Nasrudin se volvió hacia el pasajero.

«¿Has aprendido a nadar

«No. ¿Por qué?».

«Entonces has perdido toda tu vida. ¡Nos hundimos!».»


El juego de Quaternity está obviamente delimitado por las dimensiones del tablero, la cantidad de casilleros y la particular disposición de las piezas en sus posiciones iniciales. También por el modo en que éstas pueden desplazarse, lo que pueden y no pueden hacer según su función asignada. Y finalmente por las reglas del juego, el marco que da estructura y soporte a la acción. Pero más allá de la forma, detrás de este escaparate peculiar yace un mar ilimitado, un vasto océano para ser percibido.                                                            

Pero para ello tienes que entrar y sumergirte, olvidarte de ti mismo y, si tienes agallas suficientes, atreverte a ‘ser el mar’, ya que ‘tú’ no puedes existir en ése océano. Es él o tú, no hay lugar para ambos en ése espacio. Al principio nadarás solamente en la superficie, manteniéndote a flote a toda costa, evitando bajar. Con un poco más de confianza, después de un tiempo de experimentación, quizá te atrevas a meter tu cabeza y abrir los ojos para ver qué hay allí. Y después quizá dejes deslizar tu cuerpo hacia abajo suavemente y compruebes que no solo no hay peligro alguno, sino por el contrario, un universo esperando ser descubierto.    

Pero esta inmensidad puede causar más de un temor para quien no esté acostumbrado a nadar. Un amigo que juega a menudo expresó esta idea muy elocuentemente:  


«Creo que Quaternity tiene un factor revelador en el sentido de que pone inmediatamente de manifiesto

los nudos que nos atan a la orilla; cuando los vemos, nos enfrenamos a una elección: justificarlo y así apretarlos aún más o desatarlos y zambullirnos en las profundidades, donde no hay certeza de encontrar perlas inmediatamente».


O en palabras de K.S.Perl:   

                                                           

«…Sin embargo, en el interior del magnífico océano hay grandes corrientes en constante movimiento que llevan a un viaje increíble a los peces que aprenden a dejarse llevar. Los conocimientos y la sabiduría oceánica que pueden obtenerse de estos estratos más profundos son pasados por alto por la mayoría».      

                                                         

¿Qué incentivo o incentivos hacen falta para que alguien que está de pie en la playa, con sus pies apenas tocando el agua, se lance a nadar mar adentro?                                

Tiene que existir un deseo de aventurarse a lo desconocido; una innata sed de ver algo nuevo y maravilloso; el sentimiento y la certeza de haberlo visto ya todo en tierra (o al menos lo suficientemente como para haber perdido el interés en ver más de lo mismo). Y sobre todo no debe haber miedo, ese gran inmovilizador. También, el potencial nadador tiene que haber oído algo acerca de las riquezas que existen en lo profundo del mar. Algo de esos relatos ancestrales, quizá épicos, tiene que haber hallado resonancia en su memoria profunda. Y ese eco, esa recuerdo lejano puede que haya avivado el deseo de explorar y recuperar algo perdido. Quizá haya sido motivado por la lectura de frases como esta:


«La diferencia entre toda la evolución hasta la fecha y la necesidad actual de evolución es que desde hace unos diez mil años se nos ha dado la posibilidad de una evolución consciente. Tan esencial es esta evolución que nuestro futuro depende de ella. Podría llamarse 'aprender a nadar', en palabras de nuestra fábula».   

 

O esta:


«...Este ‘secreto’, el método para efectuar la transición, no era ni más ni menos que el conocimiento de las técnicas marítimas y su aplicación. La fuga necesitaba de un instructor, materias primas, personas, esfuerzo y comprensión. Dados éstos, la gente podía aprender a nadar, y también a construir barcos».


O aún esta:


«...Este libro trata de algunos de los nadadores y constructores de barcos, y también de algunos de los otros que intentaron seguirles, con más o menos éxito. La fábula no ha terminado, porque todavía hay gente en la isla».

Idries Shah. Los Sufíes. Los isleños/El elefante en la oscuridad


Pero no subestimemos — aparte del ya mencionado factor ‘miedo’— los diferentes  impedimentos que el posible nadador puede estar enfrentando, verdaderas trabas internas que le impiden no solo evaluar correctamente su situación sino también sus posibilidades reales de proyección y desarrollo.


—Prejuicios infundados basados en la ignorancia:


«...La mayoría de los peces cercanos a la superficie ignoran estas profundidades más bajas del océano. Han llegado a la conclusión de que allí no se puede encontrar nada importante, o de que allí no se puede aprender nada importante. Toda la diversión y la emoción pertenecen a la superficie del océano».

K.S.Perl. Sé dueño de tu Verdad.


—Suposiciones:


«Aquí y allá todavía se presentaba un candidato a un instructor de natación, para hacer su regateo. Normalmente se producía lo que equivalía a una conversación estereotipada.

«Quiero aprender a nadar».                                                                 

«¿Quieres negociar?»                                                                           

«No. Sólo quiero llevar mi tonelada de repollos».                               

«¿Qué repollos?»                                             

«La comida que necesitaré en la otra isla».                                                            

«Allí hay mejor comida».                                                                                

«No sé a qué te refieres. No estoy seguro. Debo llevar mis repollos».                   

No se puede nadar con una tonelada de repollos».                                               

«Entonces no puedo ir. Tú lo llamas carga. Yo lo llamo mi nutrición esencial».            

«Supongamos, como alegoría, que no decimos «repollos», sino «suposiciones», o «ideas destructivas».»

«Voy a llevar mi repollos a algún instructor que entienda mis necesidades».


Idries Shah. Los Sufíes. Los isleños


—Apego a lo familiar:


«…Todos los lectores occidentales de este libro conocerán el cuento de Hans Christian Andersen, generalmente llamado el cuento del Patito Feo. El patito pensaba que era feo; y así era, visto desde el punto de vista de los patos. Todo acabó bien, porque se descubrió que era un cisne. El germen de esta historia se encuentra en el Mathnawi de Jalaluddin Rumi, donde se subraya un punto que se ha perdido en la versión danesa, dirigida a un público diferente. Rumi dice a sus oyentes que son «patos criados por gallinas». Tienen que darse cuenta de que su destino es nadar, no intentar ser gallinas».


Idries Shah. Los Sufíes. Milagros y Magia



Y quizás el obstáculo más difícil de superar sea la:


—identificación con el yo secundario:


«Quizá usted no quiera perder su «identidad», esa quimera que significa tanto para el hombre occidental. Usted no tiene «identidad». Es un vagabundo sin cara por los corredores del tiempo, sin valor intrínseco alguno y ningún derecho a progresar simplemente por el accidente de su nacimiento. ¡O gana su lugar en el sol o se sienta para siempre en la sombra de su identidad!»


Rafael Lefort. Los Maestros de Gurdjieff.



Una combinación equilibrada de dos cosas se vuelve necesaria: por un lado la eliminación efectiva de limitaciones y barreras internas; por otro, el continuo alimentar y estimular la aspiración genuina, esa llama interna que nos empuja a querer alcanzar objetivos elevados y a superarnos cada vez un poco más. Y el objetivo más elevado que un ser humano puede desear alcanzar es conocer la verdadera razón de su existencia y el armonizarse con su ser esencial.

¿Pero qué relación puede haber entre la práctica de este juego y la exploración de las profundidades perceptivas? Quizá debamos dar un paso atrás y ver —reconocer— donde estamos situados en relación con nuestra propia percepción. Puede que esta necesite dar un salto cuantitativo que nos abra el camino hacia un panorama más amplio.                


O en otras palabras:    


«…el pensador coherente y lineal tiene que dar un salto de atención energético para comprender cosas que están fuera del alcance de su cerebro que funciona solo de modo secuencial. Su educación tiene que dar un nuevo giro, cuando esté preparado para ello».


Idries Shah. Un escorpión perfumado.


Las frases siguientes fueron dichas con relación al ajedrez, pero cuanto más podrán aplicarse a Quaternity:


«Hace unos mil años, el escritor, erudito y teólogo persa Abul-Qasim ar-Raghib al-Isfahani (fallecido en 1108) escribió un tratado sobre la ética del Shatranj. (Ajedrez)

«En el Shatranj, todo depende del jugador y sólo del jugador; necesita la pasión del vengador, la energía del explorador, la determinación del acróbata, la presteza del que está anhelante».


Yuri Averbakh. A History of Chess. From Chaturanga to the Present Day.


Por lo tanto, amigos, si estáis aun cavilando sobre si jugar o no jugar, bucear o no bucear, explorar o no explorar, recordad la frase de la poetisa inglesa Kathleen Raine:


«Salta, no hay dónde aterrizar...»



Y aquí una vieja advertencia de Bob Dylan:



🎶 «...Y admite que las aguas


A tu alrededor han crecido


Y acepta que pronto


Estarás empapado hasta los huesos


Si vale la pena salvar tu tiempo


Entonces será mejor que empieces a nadar o te hundirás como una piedra


Porque los tiempos están cambiando...» 🎶




♛♔














Comments


bottom of page